Mientras sonríes de Laia Sinclair
(…) te aseguro que no es amor lo que yo siento por Nita, porque la primera vez que la vi, tuve ganas de echarme a correr y alejarme de ella. —¿Y por qué quisiste salir corriendo? —¿Básicamente? Porque me dio miedo. Me miró de una forma que creí que iba a convertirme en un eunuco allí mismo. Y se burló de mí. Me llamó «muñeco de nieve». Todavía lo hace —añadí, fastidiado—, siempre que nos vemos. Clara sonrió de una manera enigmática, y sacudió la cabeza sin dejar de mirarme. —Vaya. Cuando se lo diga a Kaden, no se lo va a creer. —Cuando le digas, ¿qué? —Que te has enamorado, ¡por fin! |