Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
La felicidad era como aquellas nubes que cambian de apariencia a cada instante.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
La felicidad era como aquellas nubes que cambian de apariencia a cada instante.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Pues yo, cuando leo que los cristianos dicen que la muerte es hermosa y que no hay por qué temerla, me indigno. Me parece algo estúpido y arrogante. La muerte no es hermosa. Es patética y vacía. Y tenemos que aceptarlo.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
- No nos demos prisa, ¿vale? Vayamos siendo, tú y yo, uno solo poco a poco.
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El año de Saeko de Kyoichi Katayama
Aunque dos personas hablan de forma subjetiva, las palabras carecen de sentimiento. Distraídas, ambas personas, con las palabras, no llegan a sentir emoción alguna. Las palabras van deslizándose suavemente por encima de los hechos como lo que son: palabras. Mientras conversaba con Saeko, Shun' ichi fue perdiéndose de vista a sí mismo. Lo asaltó una sensación de alejamiento. Le dio la impresión de que la persona que estaba hablando no era él, sino alguien distinto, y que este hombre decía lo que se le antojaba. O, quizá, lo que sucedía en realidad era que había otro Shun' ichi, que, desde una cierta distancia, estaba observando como Saeko y él, mesa por medio, estaban charlando. Este otro Shun' ichi compartía el cotilleo de un hombre y una mujer desconocidos. Cuanto más embrollado era el sentido de la conversación, más orden y silencio reinaba en el interior del cuarto.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Me horrorizó la felicidad que sentía. Si la porción de dicha que corresponde a cada uno estaba fijada de antemano, en aquellos instantes quizá estuviera agotando la parte que a mí me correspondía para mi vida entera.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Al salir del hospital, de vuelta a casa, el presentimiento de que podía perder a Aki se extendió por el interior de mi cabeza como una mancha de tinta negra. De pronto, sentí el impulso de marcharme a alguna parte. Lejos, a algún lugar donde pudiera olvidarlo todo. El camino que, pocos meses atrás, solía recorrer con ella, ahora lo estaba recorriendo solo. Y la premonición de que jamás volveríamos a recorrerlo juntos la sentí con una certeza innegable.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
-Por más que diga, la mayoría de la gente no piensa más que en sí misma-proseguí-. Con que yo coma bien, vale. Con que yo pueda comprarme lo que quiera, vale. Pero enamorarse de alguien significa pensar primero en el otro. Si yo sólo tuviera un poco de comida, querría dártela a ti. Y, sólo con que tú me dijeras que estaba bueno, ya se me quitaría el hambre y, si tú estuvieras contenta, también lo estaría yo. El amor es esto. ¿Crees que hay algo más importante que eso? A mí no se me ocurre ninguna otra cosa.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Aunque todas las noches me dormía pensando en ello, rezando, por las mañanas me despertaba sano, y la que seguía padeciendo a causa de la enfermedad era Aki. Yo también sufría, pero mi dolor no era más que un vano intento de experimentar el suyo.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Su voz permanece claramente en mis oídos. "¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!", pienso. Pero es imposible. Por eso, al despertarme, siempre estoy llorando. No es porque esté triste. Es que cuando regreso a la realidad desde un sueño feliz, me topo con una fisura que me es imposible franquear sin verter lágrimas. Y eso, por más veces que ocurra, siempre es así.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Había perdido por completo el sentido de que algo proseguía, crecía y se formaba, el sentido de que las cosas cambiaban. Para mí, la vida era una simple sucesión de instantes.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Mi amor por ti existe aquí y ahora y, por lo tanto, seguro que existirá después de la muerte.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Igual que ahora, que tampoco estoy aquí. Es como si me hubiera metido por azar en un lugar que no es pasado ni presente, ni vida ni muerte.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!
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El año de Saeko de Kyoichi Katayama
Y, viviendo así, entre algodones, llega un momento en que el cuerpo acaba volviéndose holgazán, el funcionamiento de los nervios autónomos se descontrola y aparece la alergia al polen. Y, si el cuerpo se vuelve perezoso, seguro que al cerebro le sucede lo mismo. Total que, igual cada vez son más las personas aquejadas de alergia al polen, también aumentan los individuos con un tornillo flojo.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Yo me sentía como si me hubiera tocado, a mí solamente, la parte más deliciosa del fruto que me ofrecía el mundo.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
Aquella mañana me desperté llorando. Como siempre. Ni siquiera sabía si estaba triste.
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
¡Ojalá el sueño fuera realidad y la realidad fuese un sueño!
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Un grito de amor desde el centro del mundo de Kyoichi Katayama
A veces, ni yo mismo sé si algo es real o si lo he soñado. Si en el pasado eso ha ocurrido de verdad o no. Me pasa incluso con personas a las que conocía muy bien. Cuando hace muchos años que han muerto, acaba dándome la sensación de que jamás han estado en este mundo.
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El nombre de la nación desde donde se organizan los juegos cada año es...