Volverás a Alaska de Kristin Hannah
El depredador por naturaleza podía parecer que se domesticaba e incluso se volvía amigable, lamiéndote el cuello con cariño y frotándose contra ti para que le rascaras la espalda. Pero sabías, o deberías saber, que estabas viviendo con un animal salvaje, que un collar y una correa junto con un cuenco de comida podría amansar los actos de la bestia, pero que no podían cambiar su esencia. En una milésima de segundo, en menos tiempo que el que se necesitaba para tomar aire, ese lobo podía retomar su naturaleza y girarse mostrando los colmillos.
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