Kevin Brockmeier

En algún momento, hacia los catorce o quince años, antes de hacerse uno mayor y saber quién es, tiene que decidir si va a ser la clase de persona que se agarra con fuerza a cada pequeña cosa que pasa por su vida, por muy insignificante que sea, o el tipo de persona que lo suelta todo. La vida es más fácil para la gente dispuesta a dejar ir las cosas, pero ella había decidido ser la otra clase de persona, la que se aferra a todo, y había hecho lo posible por estar a la altura de su decisión.

Era uno de los defectos de la vejez: ya no recordaba muchas de las cosas que esperaba recordar. Y había otras que recordaba a su pesar.

Eran muchas las cosas que hubiese tenido que hacer, pero no había hecho nada y ya era demasiado tarde.

Los vivos nos llevan en su interior como perlas. Sobrevivimos mientras ellos nos recuerdan.

Decían que el amor era una luz capaz de iluminar la oscuridad que la gente lleva a cuestas.