Esmeralda de Kerstin Gier
“No podríamos seguir siendo amigos?”: esa frase era realmente lo último. —Seguro que muere un hada cada vez que en algún lugar del mundo se formula esa pregunta —dije. Me había encerrado en el lavabo con el móvil y hacía grandes esfuerzos para no ponerme a gritar, porque —media hora después de mi conversación con Gideon— seguía con ganas de hacerlo. |