Una detective inesperada de Kerry Greenwood
Los tranvías pasaban veloces y haciendo mucho ruido. La ciudad olía a hojas de otoño, a humo y a polvo. Siguiendo las indicaciones del portero, echó a andar por Collins Street. Por si refrescaba, se había puesto un chaquetón grueso de marinero con grandes bolsillos cerrados con pestañas. Sin el estorbo del bolso, llevaba las manos inusualmente libres. Un bosque de plaquitas de latón decoraba los sobrios edificios de Collins Street, lo que le recordaba Harley Street y Londres, aunque aquí la gente era más ruidosa y más limpia y había menos mendigos. Phryne notaba el crujido de las hojas en las suelas de los zapatos.
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