La devoción del sospechoso X de Keigo Higashino
Por más que le dijeran que ese profesor sentía un particular interés en ella, a Yakuso no le cuadraba. Le ocurría lo mismo que con las grietas de la pared de su apartamento: aunque sabía que estaban ahí, no era especialmente consciente de su existencia. Más aún, estaba convencida de que tampoco era necesario saberlo.
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