Pálida luz en las colinas de Kazuo Ishiguro
Ya sé que no se puede confiar del todo en los recuerdos. A menudo las circunstancias en que los rememoramos los tiñen de matices diferentes, y no hay duda de que esto afecta también a algunos de los hechos evocados aquí. Por ejemplo, me resulta tentador convencerme a mí misma de que lo que aquella tarde experimenté fue una premonición, que la desagradable visión que aquel día pasó por mi mente fue algo muy distinto, algo mucho más vivo e intenso, que esa infinidad de imágenes que cruzan sin rumbo nuestra imaginación en las interminables horas muertas del día.
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