Pecado de Katy Evans
—Lo que me gustaba de las mujeres ha perdido su encanto. —¿Por qué? —Las miro y veo un fallo flagrante en todas ellas —me contesta con seriedad. Entonces, chasquea la lengua y niega con la cabeza. Su piel dorada brilla bajo el sol—. Una pena, de verdad. —¿Qué? —Que no sean la rubia que quiero. Lo miro. El nudo del estómago es más grande que nunca. —No son tú, Rachel —especifica. |