Tinta y fuego de Kathleen K. Macmillan
A Mati no le pasó por alto mi expresión, y un momento después estaba entre sus brazos. Sus besos me anegaron como la crecida del río anega la tierra seca. Me aferré a él, indefensa; las lágrimas rodaban por mis mejillas y se mezclaban con las suyas mientras él susurraba mi nombre.
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