Katee Robert

Las cicatrices son parte de eso, parte de ti. Son una señal de todo a lo que has sobrevivido.

No es que opaque su resplandor, sino que produce la sensación de que un rayo de sol extraviado ha llegado al Inframundo por pura casualidad.

— ¿Quieres algo, sirenita?
Me recorre los muslos con las manos y se muerde el labio inferior.
—Me prometiste que, si hincaba las rodillas y te lo pedía con educación, me darías tu pene. —Se inclina hasta el cierre de mis pantalones de vestir—. Hades, me encantaría muy mucho poder comértelo, por favor.

—Eso no es lo que quería decir.
—Es lo que has dicho.
—Estás tergiversando mis palabras.
—No me digas. —Con esta conversación ya he rebasado los límites de frustración que estoy dispuesta a soportar. Normalmente se me da mejor venderle mis ideas a la gente.

No hemos elegido esta vida. Solo estamos intentando sobrevivir.

—Has cabreado a un montón de gente de la zona alta de la ciudad.
[...]
—Qué curioso, porque hay un montón de gente en la zona alta que me ha cabreado a mí.

Si dejo que este hombre me ponga su anillo en el dedo, sería casi como dejarle ponerme un collar y una correa alrededor del cuello.

[...] conozco lo suficiente a Perséfone para saber que actuar sin tener un plan es lo mismo que cometer un pecado imperdonable.