María en las Highlands de
Kate Dawson
—Debería regañarla, pero ¿sabe una cosa? Me gusta su irreverente rebeldía. Cuando usted está presente provoca una reacción en cadena a su alrededor. Pero debería saber que eso la convierte en una persona muy peligrosa… María.
La manera en que dijo su nombre le provocó un estremecimiento, como si él hubiese pronunciado un hechizo y le trajese un recuerdo olvidado. Se mordió el labio nerviosa y aquel gesto atrajo la mirada del escocés hacia su boca. Todo sucedió de un modo natural, como si no pudiesen actuar de otro modo. James la atrajo suavemente, inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos. No fue un beso apasionado, no hubo lengua, pero sí una emoción contenida que ocultaba una excitación superlativa.
Cuando se separaron, María temblaba como una hoja y sin decir nada se dio la vuelta y corrió hacia la cocina para alejarse de él.
James la observó desaparecer, sin moverse. Se sentía envuelto por la atmósfera de su aroma, un olor que se clavó en su cerebro como una caricia. Una atmósfera confortable en la que se sentía en casa. (…)
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