Habana año cero de Karla Suárez Suárez
Dante Alighieri debió de haber incluido entre los castigos de su infierno un viaje de Alamar a La Habana en guagua. Ahí uno se siente verdaderamente cerca del prójimo, tan cerca que su respiración llega directamente a tu cara y puedes confundir su cuerpo con tu cuerpo. Ya no sabes si esa pierna que te roza te pertenece a ti o al vecino, si la mano dentro de tu cartera es tuya o del vecino, si lo que sientes clavado en tus nalgas te gusta o te incomoda. No puedes definir exactamente nada, sólo esa gota de sudor que se desliza recorriendo tu columna vertebral, casi del mismo modo en que se desplaza la guagua bajo el sol del trópico, lenta y fatigosamente.
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