Todas las mujeres son peligrosas de Julián Ibáñez García
Mis pies estaban puestos sobre una pequeña roca en medio del océano. Las aletas daban vueltas alrededor esperando que me fallaran las fuerzas. No podía quedarme dormido, no podía darme un chapuzón, no podía cantar ni saltar sobre una pierna. Solo aquellas aletas cortando el agua y Bellón esperando que le confundieran con un trozo de roca y se largaran.
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