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Puro de Julianna Baggott
"Y entonces, cierra los ojos porque no quiere recordar lo que ve, sino lo que siente."
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Puro de Julianna Baggott
"Los recuerdos son como el agua. En cualquiera de sus estados o formas, y se van, igual que vienen."
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Puro de Julianna Baggott
"Algún día te echaré de menos. Echaré de menos esto, el aquí, el ahora. Este ahora."
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Puro de Julianna Baggott
"- Me gusta tu cicatriz, es bonita. + ¿Bonita? Es una cicatriz. - Es una señal de haber sobrevivido.“
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Puro de Julianna Baggott
Helmund siente las costillas de su hermano entre las rodillas y el corazón batiente de este por delante del suyo. «Abajo... bramido. Al viento...monta» El corazón de su hermano siempre llegará a todas partes justo antes que el de él. Es la forma en que pasará por este mundo: el corazón de su hermano, un latido, y luego el suyo. Un corazón encima de otro; un corazón que manda y otro que sigue. Corazones siameses, unidos.
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Puro de Julianna Baggott
Se siente tambalear, como si estuviese en una barca mecida por las olas, y oye a su padre decir: «El cielo es un cardenal, y solo una tormenta puede curarlo»
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Puro de Julianna Baggott
—¿Por qué me has traído aquí fuera? ¿Solo para jugar a El juego? —Ahora todo es un juego —tercia Il Capitano mientras abre el cepo—. Si pierdes, estás muerto. Y lo único que significa ganar es que sigues jugando. A veces me gustaría perder. Me canso... estoy cansado ya, eso es todo. ¿Sabes a lo que me refiero? Aunque Pressia lo sabe, le sorprende que el oficial diga así, en voz alta, algo tan honesto y que lo hace tan vulnerable. |
Puro de Julianna Baggott
—Déjalo —dice Pressia, que tira de la escalerilla. Pero cuando pone el pie en el primer escalón, el chico le mete el papel doblado en el bolsillo. —No te hará daño. —¿Sabes una cosa? Tú también eres de una clase —dice Pressia. —¿De cuál? No sabe qué decir; nunca ha conocido a nadie como él. Los pájaros de su espalda parecen intranquilos, las alas se agitan bajo la camisa. Los ojos del chico parecen rumiar algo, la mirada es intensa. —Eres un chico listo, seguro que lo averiguas tú solito. Mientras sube la escalera Bradwell le dice: —¿Te das cuenta de que acabas de decir algo bueno de mí? Ha sido un cumplido, todo un piropo. Aquello no hace sino enfadarla aún más. —Espero no volver a verte nunca. ¿Te ha gustado ese piropo? |
Puro de Julianna Baggott
—¿Cómo te llamas? —le pregunta el puro. —¿Que cómo me llamo? El chico extiende la mano recta delante de él, apuntándole con ella como con un arma, con el pulgar hacia arriba. —¿Qué haces con eso? —¿Cómo? —Vuelve a acercarle la mano—. Me estoy presentando. A mí me llaman Perdiz. —Yo soy Pressia —le dice, y a continuación le da una palmada en la mano—. Deja de señalarme ya. El puro parece confundido, pero acaba metiéndose la mano en uno de los bolsillos de la sudadera. |
Puro de Julianna Baggott
El chico que ha aparecido por la trampilla se aposta en la pared del fondo. Pressia tiene que hacerse un hueco en el corro para poder verlo bien. Es ancho y musculoso. La camisa azul que lleva tiene varios desgarrones y está gastada por los codos. Donde faltan botones ha hecho agujeros en la tela y los ha atado con cordel. Ahora recuerda la primera vez que lo vio. Regresaba a casa por el callejón, un día que había ido a rebuscar, cuando oyó unas voces por la ventana. Se detuvo para mirar por ella y vio a ese chico —con dos años menos que ahora pero aun así fuerte y nervudo— tumbado a un lado de la mesa mientras el abuelo trabajaba inclinado sobre su cara. Aunque la escena era borrosa a través del cristal cuarteado, está convencida de que vio el rápido aleteo de los pájaros alojados en su espalda: unas plumas grises alborotadas y el destello veloz de un par de patitas naranjas acurrucadas bajo una barriga con pelusilla. |
Puro de Julianna Baggott
¿Qué recordaba de las Detonaciones? La luz brillante… como sol sobre sol sobre sol. Y se acuerda de que tenía la muñeca en la mano. ¿No era muy mayor para jugar con muñecas? La cabeza estaba unida a un cuerpo de trapo de color tostado y brazos y piernas de goma. Las Detonaciones provocaron una explosión de luz cegadora en el aeropuerto que nubló su visión antes de que el mundo estallase y, en algunos casos, se derritiese. Las vidas se enmarañaron entre sí y la cabeza de la muñeca pasó a ser su mano. Y ahora, claro, la conoce porque forma parte de ella: sus ojos que parpadean cuando se mueve, las filas negras y puntiagudas que tiene por pestañas, el agujero entre los labios de plástico donde tendría que ir el biberón, una cabeza de goma donde antes tenía el puño.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?