El vizconde que me amó de Julia Quinn
Edmund Bridgerton ocupaba el mismísimo centro del mundo de Anthony. Era alto, de hombros anchos y cabalgaba a caballo como si hubiera nacido sobre la silla. Siempre sabía las respuestas a las preguntas de aritmética, no ponía pegas a que sus hijos tuvieran una cabaña en los árboles, y tenía esa clase de risa que calienta un cuerpo desde dentro hacia fuera.
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