La prometida del duque de Julia Quinn
Ella continuó mirando al frente, mostrándole su perfil. La vio apretar y fruncir los labios y le fascinó su manera de pestañear. Nunca se le había ocurrido que pudiera haber tantos detalles en las pestañas de una mujer, pero las de ella eran… Encantadoras. Ella era «encantadora». En todos los sentidos. Ésa era la palabra perfecta para describirla. Al principio la palabra podía parecer simple, inexpresiva, pero pensándola bien adquiría más y más complejidad. «Hermosa» denota una cualidad impresionante, deslumbrante y… solitaria. Pero encantadora no. Encantadora denota calidez y simpatía; brilla tenuemente, abriéndose paso hacia el corazón. Amelia era encantadora. |