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Calificación promedio: 5 (sobre 1 calificaciones)
/Al margen de plagios infantiles (escribía narraciones sospechosamente parecidas a las que leía) y de algún escarceo adolescente, comencé a escribir durante los años universitarios, poesía, sobre todo.
Cada vez creo menos en los géneros estancos. Me gusta la hibridación, así que se trata de un ir y venir natural.
El origen está en el personaje de Jonás, uno de los protagonistas, y narrador de la primera parte de la novela. Hacía tiempo que quería escribir sobre un personaje que trazase continuas correspondencias entre sus circunstancias vitales y su memoria cinéfila. Luego, durante el proceso de escritura, sentí la necesidad de convertir también al resto de personajes en narradores ocasionales, de modo que el texto fue derivando hacia una narración coral, polifónica.
A los personajes de El animal más triste les sirve como una herramienta para tratar de descifrar el mundo y al mismo tiempo como una coraza más o menos inconsciente contra la realidad. Constituye además una fuente de frustración: Jonás hubiera querido dedicarse a hacer películas, pero trabaja como crítico; Roberto escribe best sellers que en el fondo detesta; Marta abandonó la escritura demasiado pronto; etc. Es también, por último, una excusa para hablar de nuestra constante necesidad de ficcionalizar, de mentir y de mentirnos.
Supongo que porque es el único capaz de teorizar sobre la tristeza.
Un motor narrativo sí, sin duda. En la mayoría de conflictos novelescos la frustración está presente de un modo u otro. En la vida, no lo tengo tan claro.
La relación es obvia: la ficción es mentira incluso cuando se ocupa de acontecimientos reales. No creo que todo discurso sea ficción (eso sería muy problemático desde un punto de vista ideológico), pero sí que todo discurso puede estructurarse desde la ficción, mediante sus mecanismos. En esta novela, por otro lado, la necesidad de mentir pone en evidencia la precariedad de nuestros lazos sociales.
Es el terreno donde probablemente el contrato social desvela mejor su fragilidad. Pero no sé si para todos los personajes de la novela supone una auténtica vía de escape… A veces parece que viven sus relaciones, tanto las oficiales como las clandestinas, con cierta resignación.
Con la idea del progreso, quizás, o al menos con su formulación más simplista. Vivimos mejor que entonces en muchos sentidos, pero hemos retrocedido en muchos otros. Nuevo no significa siempre mejor.
Estoy corrigiendo un nuevo libro y pensando constantemente en el siguiente.
Los poemas de Aleixandre, Cernuda, Valente y tantos otros.
Creo que nunca he sentido un impulso similar, no sé si por temeridad o por inconsciencia. Al contrario: si no hubiera podido detectar esa excelencia inalcanzable, probablemente no hubiera sentido la urgencia de escribir.
Tengo recuerdos remotos asociados a las leyendas de Bécquer y a los cuentos de Poe .
No soy muy aficionado a releer libros, aunque sí fragmentos. Vuelvo a menudo a revisar páginas de Pierre Michon, por ejemplo.
A Dickens lo tengo muy descuidado...
Todos los clásicos lo son por algún motivo, me parecería muy prepotente cuestionar ninguno de ellos en un par de líneas.
Me gusta mucho una frase de Barthes: « A fuerza de mirar, uno se olvida de que puede ser también objeto de miradas».
La ópera flotante , de John Barth.
Presentación de EL ANIMAL MÁS TRISTE (Seix Barral) de Juan Vico, acompañado por Pablo Martín Sánchez. Librería La Central de Barcelona (29/1/19)
cual es tu pasatiempo fav