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Mirlo blanco, cisne negro de Juan Manuel de Prada
Y es que a veces llamamos odio a nuestro amor sangrante, a nuestro amor herido de muerte que sin embargo se resiste a morir y para el que no encontramos bálsamo que lo anestesie ni medicina que lo restaure. Y ese amor malherido que se desangra sin perecer del todo, a diferencia del odio, no tiene cura, porque no es una llaga que cicatrice con el tiempo, sino un estigma recibido misteriosamente del que no nos podemos desprender a nuestra voluntad.
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