Al otro lado del cristal de Juan Manuel Peñate Rodríguez
Andy, desde el suelo, se doblaba de risa al tiempo que le hacía cosquillas, le mordía o le tiraba de las orejas. Roco se dejaba hacer de todo. Era su mejor momento del día, y ni por toda la comida del mundo lo cambiaría, pues Andy era su sol, su luna, su cielo y sus estrellas.
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