Nadie nada nunca de Juan José Saer
Tomatis había extendido la carne cruda sobre los papeles que la envolvían, en la mesa despejada, y se había puesto a salar las vísceras, las costillas, la grasa. En un determinado momento había alzado un riñón partido en dos, y se había puesto a declamar, paródico y lento, como si estuviese improvisando, aunque se trataba, otra vez, de su estrofa satírica preferida después de varios meses: Antes que nada o mejor dicho primero / cantemos en honor del capitán Fontana / que transformó este mundo en un matadero / defendiendo la causa vegetariana.
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