Nadie nada nunca de Juan José Saer
¿Volverá, por fin, como antes, el otoño? En los ojos de la gente que se cruza en la calle puede leerse, incierta, esa pregunta. Fugaz: porque es difícil, en la ciudad, cuando se cruza un desconocido, no desviar la mirada. Los ojos, que se buscan, sin embargo, para encontrar un alivio en la incertidumbre común, resbalan rápidos, hacia abajo, para volver a clavarse en la vereda. No es ni por timidez ni por vergüenza, sino por simple pudor, por no exponer el viejo miedo, como un cuerpo desnudo, a la mirada de los otros.
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