No me llames loca de Josep María Girona
Es curioso que ya esté llamada a quedar siempre en un segundo plano, con independencia del hombre que le toque en suerte, sea el marido o el hijo. Y lo malo es que no es una excepción. Ocurre de manera ineludible. El problema, por tanto, no es que la esposa o la madre sean de tal o cuál manera, tengan más o menos habilidades, estén mejor o peor preparadas; tampoco lo es que el marido o el hijo sean más o menos condescendientes. Lo peor es que la mujer, solo por el hecho de serlo, nada puede hacer, a la espera de lo que el hombre decida. Y eso no me gusta, Arnau.
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