Montañeros, una cuestión de fuerza de José de la Rosa
Carlisle no pudo evitar pensar en lo hermosa que era. En cómo reaccionaba su piel cuando la tenía cerca, y su sangre dentro de sus venas, y aquella cosa a la que no había puesto nombre y que se movía arriba y abajo en su estómago cuando ella aparecía como esa mañana.
|