Don Juan Tenorio de José Zorrilla
¡Aparta, piedra fingida! Suelta, suéltame esa mano, que aún queda el último gran en el reloj de mi vida. Suéltala, que si es verdad que un punto de contrición de toda una eternidad yo, santo Dios, creo en ti; si es mi maldad inaudita, tu piedad es infinita... ¡Señor, ten piedad de mí! |