El crimen del Padre Amaro de José Maria Eça de Queirós
Con el declinar del sol, el agua pedía su claridad espejada, se extendían las sombras de los arcos del puente. Sobre las colinas crecía un crepúsculo difuminado y las nubes color sangre y naranja que anuncian el calor componían, hacia el mar, un decorado magnífico.
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