Jorge Semprún
Una intuición me había ido invadiendo, desde la sesión de jazz en Einsenach, en el transcurso de otra madrugada, unos meses antes. Esta música, estos solos desolados o irisados de trompeta y saxo, estas baterías apagadas o tónicas como los latidos de una sangre vivaz, se situaban paradójicamente en el centro del universo que yo quería describir, del libro que quería escribir.
|