El río del tiempo de Jon Swain
La emoción generalizada que había sacudido al mundo cuando Nom Pen cayó en manos comunistas había derivado en silencio, y lo que ocurría entonces en Camboya, cerrada herméticamente al exterior, no despertaba demasiado interés ni indignación. Sin embargo, yo sabía que si un país se merecía la compasión y el interés del mundo, ése era Camboya: nos llegaban relatos espeluznantes de asesinatos, atrocidades y hambre. Probablemente el mundo nunca sabrá cuántos murieron, o cuántas vidas quedaron irreparablemente destrozadas por el ansia del Jemer Rojo de forjar una nueva sociedad. Después de cinco años de una guerra que exterminó o hirió a casi un millón de habitantes - una séptima parte de la población -, diría que aunque solo se hubiese cobrado una vida más, ya era demasiado.
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