Medio Rey de Joe Abercrombie
Y entonces Yarvi comprendió que la Muerte no hacía una reverencia ante cada persona que pasaba junto a ella, no alargaba un brazo con respeto para indicar el camino, no decía palabras profundas, no abría cerrojo alguno. La llave que llevaba al cuello nunca era necesaria, pues la Última Puerta nunca se cerraba. La Muerte hacía pasar al rebaño con impaciencia, sin importarle categoría, fama ni cualidades. Frente a la Última Puerta siempre había una cola que nunca menguaba, una procesión ciega e inagotable.
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