Joana Marcús
—Espera... ¿Le has puesto nombre a la sala? Ajá por fin llegábamos a la mejor parte. —Si—sonreí como un niño bueno. —Jack—dijo lentamente, señalándome—, como le hayas puesto Mushu... Dejó que la frase flotara entre nosotros, esperando que yo lo negará, y vi que su cara entera se volvía roja cuando se dió cuenta que no iba hacerlo. —¡JACK!— —¡Es un buen nombre!—me defendí. —¡No lo es! —¡Es mi sala, le pongo el nombre que quiero! |