La esposa perfecta para el duque de Jennifer Ashley
Se quedó inmóvil, sujetando con fuerza los resbaladizos pliegues del chal contra su acelerado corazón. Hart cerró los ojos al tiempo que volvía a besar su guante, como si intentara absorber su calor a través de los labios. Aquella misma tarde él la había apresado en un abrazo inquebrantable, sujetándole las muñecas detrás de la espalda. Le había mordido el labio, pero no con ánimo juguetón. Había leído en sus ojos una cruda necesidad. |