La esposa perfecta para el duque de Jennifer Ashley
—El, me haces sentir joven otra vez. Me haces… La sonrisa de él murió con sus palabras. Hart llevó las manos a su cintura y le desabrochó la falda y las enaguas. Las capas de tela cayeron al suelo… Ella no había imaginado que acabaría de aquella manera cuando aquella lluviosa mañana comenzó a pasear por el prado. —¿Qué te hago? —susurró ella. Hart deslizó las cálidas manos por sus nalgas, olvidada ya la risa. Ella leyó la sombría necesidad en sus ojos; soledad… miedo. Miedo de muchas cosas, todas complicadas y muy reales. —No puedo hacer esto solo —explicó él—. Te necesito, El. |