Ultimos Dias De La Sombra, Los de Javier Vivancos
Llorando, la chica se restregó las manos una y otra vez en el camisón; la boca torcida, babas colgando de la barbilla, súplicas sin voz. El viejo se convulsionaba a sus pies y sacudía el brazo como si quisiese arrastrarla con él. Entonces, los gritos del público cambiaron, y por primera vez se unieron en un único y nítido mensaje: “¡LAS REGLAS, LAS REGLAS, LAS REGLAS!”.
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