Nosotros no guardamos las sobras de Javier Vivancos
Él asintió despacio, pendiente de sus labios rojos. Al mismo tiempo, el camarero gritó. Eso era terror, eso era sufrimiento, no tenía nada que ver con que le hubiesen obligado a bajarse los pantalones. De pronto todo el mundo jaleaba, reía y profería obscenidades en una perversa armonía que recordaba a un cántico satánico. —... Nosotros no guardamos las sobras. ¿Comprendes? |