El espíritu del mago de Javier Negrete
De la alcoba salía un olor a carne quemada tan intenso que casi le hizo vomitar. Al pie de la cama había un cadáver que aún humeaba. De la mano que intentara empuñar a Zemal quedaba tan solo quedaban tan solo los huesos de dos dedos; el resto eran cenizas
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