Mi pecado de Javier Moro
Estaba empezando a familiarizarse con la soledad de la cumbre, un síntoma que se podía entender nada más desde su posición de estrella de cine. Todo el mundo se inclinaba a pesar que alguien como Conchita Montenegro, que salía en la prensa asiduamente, estaría tan solicitada, tan rodeada de amigos, que era inútil invitarla. Por eso pocos la llamaban. de manera que corría el riesgo de quedarse sola.
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