La mejor voluntad de Jane Smiley
Pero nos recostamos en el asiento y nos miramos fijamente el uno al otro, porque de pronto la vida de nuestro pe queño, que habíamos visto siempre como anidada en las nuestras, parte in cluso, de algún modo, de lo que había mos hecho y visto antes de él, se nos apa rece como debe de aparecérsele a él, vasta, completa.
|