Adagio en primavera de Jane Kelder
Aunque se la sabía de memoria, Elizabeth procuraba no quitar la vista de la partitura, consciente como era de que Dankworth había dejado de observar a las niñas para mirarla a ella. Él estaba ligeramente reclinado sobre una mesa y parecía embelesado ante esa contemplación. La joven, sin embargo, iba notando progresivamente un calor que la aturdía y deseaba que aquel momento acabara pronto al tiempo que luchaba por sobreponerse.
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