Orgullo y prejuicio de Jane Austen
En su propio comportamiento encontraba una fuente constante de malestar y arrepentimiento; y en los lamentables defectos de su familia, un tema de dolor aún más hondo. No cabía esperanza remediarlos. Su padre, que se daba por satisfecho con reírse de ellos, nunca se esforzaría para reprimir la insensata frivolidad de sus hijas menores; y su madre, cuyos modales tanto dejaban que desear, ni siquiera se percataba de sus defectos. Elizabeth se había aliado muchas veces con Jane en un esfuerzo común para poner límites a la imprudencia de Cahterine y Lydia; pero, mientras contaran con el apoyo de la indulgencia materna, ¿cabía acso alguna posibilidad de mejora? Catherine, sin carácter, irritable y completamente dominada por Lydia, consideraba siempre insultantes los consejos de sus hermanas mayores; y Lydia, terca y despreocupada, apenas las escuchaba. Eran ignorantes, perezosas y presumidas. Mientras hubiera un oficial en Meryton coquetearían con él; y mientras desde Longbourn se pudiera ir andando a Meryton, seguirían yendo.
|