Orgullo y prejuicio de Jane Austen
Si Elizabeth hubiera sido capaz de mirarle a los ojos, habéis visto lo bien que le sentaba a Darcy la expresión de dicha sincera que le invadía el rostro. Sin embargo, aunque no podía mirarlo, sí podía escucharlo; y él le habló de unos sentimientos que, al demostrar cuánto valía ella para él, aquilataban su amor a cada instante.
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