La corona de los tres reinos de James L. Nelson
Harald no era un chiquillo. En eso tenía razón. A la edad de Harald, Thorgrim no había tenido a su padre al lado, preocupándose por cada uno de sus movimientos. Y si Harald estaba siendo un necio, era él mismo quien debía darse cuenta, no era labor de Thorgrim hacérselo ver. «Queremos que los jóvenes aprendan de nuestros errores», pensó Thorgrim, y se preguntó si en la historia de la humanidad se había llegado a dar tal cosa. |