Dublineses de James Joyce
Estaba cansado de dar tumbos, de halarle el rabo al diablo, de intrigas y picardías. En noviembre cumpliría treinta y un años. ¿No iba a conseguir nunca un buen trabajo? ¿No tendría jamás casa propia? Pensó lo agradable que sería tener un buen fuego al que arrimarse y sentarse a una buena mesa. Ya había caminado bastante por esas calles con amigos y con amigas. Sabía bien lo que valían esos amigos: también conocía bastante a las mujeres.
|