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Adiós, señor Chips de James Hilton
Le preocupaban poco las mujeres. Y la mujer moderna, que pasaba a ser uno de los temas favoritos de ese fin de siglo, no le despertaba simpatía. Más bien le causaba horror. Era un hombre tranquilo, convencional, enemigo de las perturbaciones. Desde su retiro de Brookfield, miraba el mundo profano, lleno de vanas y desagradables preocupaciones. Un tal Bernard Shaw daba a conocerlas más absurdas y peligrosas opiniones. (...) Tenía un vago concepto de que la mujer debe ser delicada, tímida y discreta, y que los caballeros deben tratarlas en forma cumplida y caballerosa.
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