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Todas las criaturas grandes y pequeñas de James Herriot
Ahora ya contaba con seis meses de experiencia práctica muy dura. Había tratado vacas, caballos, cerdos, perros y gatos siete días a la semana, por la mañana, tarde y noche, y hasta en las horas en que el mundo dormía. Había ayudado a nacer a terneros y cochinillos hasta tener los brazos doloridos y con la piel desgarrada. Me había visto derribado, pisoteado y literalmente arrojado sobre toda clase de estiércol. Había visto ya gran parte de todas las posibles enfermedades de los animales. Y, sin embargo, allá en el fondo de mi mente había empezado a sonar una vocecita que me decía que no sabía nada, nada en absoluto. |