Refutación del efecto Doppler de Jaime Molina
El público, extasiado ante tan bella actuación no necesitaba plantearse qué era lo que hacía tan hermosa la música. Yo sí lo percibí: se trataba de un reto entre soprano y pianista, un pulso por superar al otro, una terca lucha en la que, de momento, los únicos beneficiarios eran los espectadores. Jamás he presenciado un concierto en el que el público permaneciera tan sobrecogido.
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