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Los días perfectos de Jacobo Bergareche
Me río de mi mismo cuando pienso lo que he llegado a pagar para que un chef me ofrezca una experiencia todo que lleva años perfeccionando al milímetro, desde la iluminación hasta la vajilla, y luego llegas casualmente a esta roulotte donde la experiencia ha sido rigurosamente descuidada hasta el último detalle, desde la ausencia de iluminación a la ausencia de vajilla, y es precisamente aquí donde uno da ese mordisco en que se produce el olvido de todo lo demás, y obtiene al fin esa experiencia que tanto me ha esquivado en todos esos restaurantes de Madrid, de Cataluña, del País Vasco a los que supuestamente uno no puede dejar de ir antes de morir.
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