Colmillo Blanco de
Jack London
Un profundo silencio reinaba sobre la tierra. La tierra misma estaba desolada, yerma, sin movimiento, tan solitaria y fría que su espíritu no era ni tan siquiera el de la tristeza. Había en ella una insinuación de carcajada, pero de una carcajada más terrible que la de cualquier tristeza; una carcajada sin alegría, como la sonrisa de la esfinge; una carcajada fría como el hielo, partícipe de la severidad de lo inexorable. Era la imperiosa e incomunicable sabiduría de la eternidad riéndose de la futilidad de la vida y del esfuerzo de vivir. Eran las Tierras Vírgenes, la soledad salvaje, el helado corazón de los desolados yermos del Norte .