J.F. Torres

No entiendo por qué la gente tiene miedo de la oscuridad. En la oscuridad es donde se ve más claro quién está a tu lado.

He aprendido a irme. No sé cómo ni cuándo, pero lo hice. Y es tan difícil que debería ser considerado un arte. Aprender a irte conlleva muchas cosas: Para empezar, el hecho de hacerte entender a ti mismo que irte no es rendirte, ni desistir, ni renunciar. Irte es quererte […].

Cuanto más miedo tiene, más valiente se vuelve. No existe belleza más grande.

Las promesas no existen, existen las voluntades por cumplirlas, y, en casos excepcionales, el cumplimiento de las mismas. Pero las promesas como tal no existen.

[…] cosas que tú no entiendes porque para ti la vida no es como para mí, tú te centras en sonreír y lo que no te gusta simplemente lo apartas y ya está […].

En este mundo donde ya nadie espera a nadie, donde todos miran por sí mismos y no les importa lo que tengan que mentir o actuar por puro egoísmo, espérame.

Sigo teniendo pendiente aprender a despedirme. De lugares, de momentos, de personas. De recuerdos, de alegrías, de daños. De todo y para todo.

[…] a fin de cuentas, sí que logró lo que pretendía con tanto bocado intencionado: acabó por dejarme su señal marcada para siempre.

Tenía unos miedos gigantes, y sin embargo se volvía la chica más valiente del mundo cuando se trataba de luchar contra los míos.

Y tuvo la poca vergüenza de interrumpir mi retahíla de protestas besándome sin avisar. Me dejé, claro. Pero qué desfachatez.