El bar de las grandes esperanzas de J. R. Moehringer
Yo me fijé en el bar. Otro no habría visto más que un grupo aleatorio de bebedores, pero yo veía a mi gente. A mi familia y amigos. A mis compañeros de viaje. Allí había todo tipo de personas —agentes de bolsa y ladrones de bancos, atletas e inválidos, madres y supermodelos—, pero todos éramos uno. A cada uno le había herido algo, o alguien, y todos acudíamos al Publicans porque a la tristeza le gusta la compañía, pero lo que busca, realmente, es el gentío.
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