El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se que haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se que haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
Mientras esperaba me fui a la ventana la abrí e hice una bola de nieve directamente con las manos, sin guantes ni nada. La nieve estaba perfecta para hacer bolas. Iba a tirarla a un coche que había aparcado al otro lado de la calle, pero al final me arrepentí. Daba pena con lo blanco y limpio que estaba. Luego pensé en tirarla a una boca de agua de esas que usan los bomberos, pero también estaba muy bonita tan nevada. Al final no la tiré. Cerré la ventana y me puse a pasear por la habitación apelmazando la bola entre las manos. Todavía la llevaba cuando subimos al autobús. El conductor abrió la puerta y me obligó a tirarla. Le dije que no pensaba echársela a nadie, pero no me creyó. La gente nunca se cree nada.
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
Creo que un día de éstos —dijo— tendrás que averiguar adónde quieres ir. Y entonces tendrás que ponerte en camino. Pero inmediatamente. No podrás perder ni un minuto más. Tú no.
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Si seguía allí era por ver si me entraba una sensación de despedida. Quiero decir que me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me iba. Y me revienta. No me importa que sea una despedida triste o que sea una despedida desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta saber que me voy. Si no, te da más pena todavía.
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“—Creo que un día de estos —dijo—, averiguarás qué es lo que quieres. Y entonces tendrás que aplicarte a ello inmediatamente. No podrás perder ni un solo minuto. Eso sería un lujo que no podrás permitirte.”
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“—[…] Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite llegar nunca al fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo caso dejaron de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera. ¿Me sigues? —Sí, señor. —¿Estás seguro? —Sí.” |
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"La vida no es una partida que hay que vivir según las reglas del juego, depende de las cartas que te toquen si sobrevives o no"
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No sé por qué hay que dejar de querer a una persona solo porque se haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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-Oye, te había comprado un disco, pero se me ha roto al venir para acá. Saqué los trozos del bolsillo y se los enseñé. -Estaba borracho-le dije. -Dame los pedazos. Los guardaré. |
El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
Me daba un aspecto de duro de película impresionante. Solo he tenido dos peleas en mi vida y las he perdido las dos. La verdad es que de duro no tengo mucho. Si quieren que les diga la verdad, soy pacifista.
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No sé por qué hay que dejar de querer a una persona solo porque se haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se haya muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo.
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Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberles conocido a personas que me importan un comino. pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de esas.
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
-Donde yo vivo llevamos gorras de esas para cazar ciervos, por el amor de Dios -dijo-. Esa es una gorra para cazar ciervos. -Y un cuerno. -Me la quité y la miré. Cerré un poco un ojo como si estuviera afinando la puntería-. Es una gorra para cazar gente -dije-. Yo me la pongo para cazar gente. |
El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
Con Jane era distinto. Íbamos al cine o algo así y en seguida nos cogíamos las manos y no nos soltábamos hasta que terminaba la película sin cambiar de posición ni darle una importancia tremenda. Con Jane ni siquiera tenías que preocuparte de si te sudaba la mano o no. Sólo te dabas cuenta de que eras feliz. Eras feliz de verdad.
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
"- La vida es una partida y hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego". - De partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca el lado de los que cortan el bacalao, desde luego que es una partida, lo reconozco. Pero si te toca del otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es una partida, nada". |
El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
"Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños, y están solos, quiero decir, que no hay nadie vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde del precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan en él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde éste y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Yo sería el guardián entre el centeno".
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
"Los que de verdad me vuelven loco son esos libros que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera amigo tuyo y pudieras llamarle por teléfono cuando quisieras".
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Esta caída que te anuncio es de un tipo muy especial, terrible. Es de aquellas en que al que cae no se le permite llegar nunca al fondo. Sigue cayendo y cayendo indefinidamente. Es la clase de caída que acecha a los hombres que en algún momento de su vida han buscado en su entorno algo que éste no podía proporcionarles, o al menos así lo creyeron ellos. En todo caso dejaron de buscar. De hecho, abandonaron la búsqueda antes de iniciarla siquiera.
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El guardián entre el centeno de J. D. Salinger
Hay quien no sabe lo que le interesa hasta que empieza a hablar de algo que le aburre. A veces es inevitable. Por eso creo que es mejor que le dejen a uno en paz si lo pasa muy bien con lo que dice. Es bonito que la gente se emocione con algo.
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¿En qué época se desarrolla la historia?